Cuando los hijos se muestran como auténticos tiranos y resulta prácticamente imposible establecer la normalidad en sus afectos y los límites diarios, cierta normalidad y tranquilidad a la hora de motivarles o premiarles;
Cuando las normas mínimas de convivencia del hogar resultan un dolor constante y la agresividad se llega a convertir en rutina;
Cuando los hijos se muestran tremendamente caprichosos, inconformistas, beligerantes e inconsolables… pueden llegar a surgir enormes dudas y confusión en lo más profundo de sus padres.
La confusión y el dolor de los padres
En el caso de estas familias que lo han intentado todo con su hijo, que viven un constante tira y afloja, siempre tan extremo y dramático, se pueden generar sentimientos a veces contradictorios, tremendamente molestos al corazón y la conciencia, pero que son siempre humanos y que vienen dados por atravesar situaciones de una extrema gravedad y difícil control. Entonces, son momentos en los que un padre o una madre también requiere apoyo específico debido a la gravedad de las emociones y sentimientos que puede atravesar:
-Frustración e impotencia. Se quiere y no se puede. Se pretende entender adecuadamente a los hijos, poner nombre a lo que está pasando, y sobre todo, lograr el control que no termina por llegar.
-Ansiedad y miedo. Los nervios del “va a volver a ocurrir. Se va a poner hecho un bruto”. Está pasando delante de tus ojos, se está activando una bomba. Y cuando se repite varias veces, el ya no saber cuándo va a pasar y sentir verdadero miedo al siguiente estallido y terremoto en casa.
-Odio. Lo has intentado todo y no hay remedio. Puede sacar de las casillas a cualquiera, pero esos cualquiera siempre son los mismos: los padres. Tienes necesidad de descargar en él toda la responsabilidad y, un poquito si, lo llegas a odiar.
-Dudas, tristeza y depresión. ¿Lo estaré haciendo bien? ¿Es esto realmente lo que tengo que hacer como padre/madre? Es un asunto muy complicado, más allá de lo que pensabas, y llega la tristeza porque te sientes indefenso durante mucho tiempo sin encontrar soluciones útiles.
-Culpa. Es el no tener claro que toda la responsabilidad sea del niño, porque al fin y al cabo es eso, solo un niño. Te empiezas a sentir mal, creer que no eres buen padre o buena madre, porque crees que seguro que todo lo que está ocurriendo se podía desarrollar de otra forma y no estás siendo capaz.
El síndrome del emperador o del niño tirano se trata de un fenómeno complejo, en el que influyen aspectos sociales, culturales, genéticos y educativos. Como base en todo ello, niños que muestran agresividad muy grave y signos claros de muy baja empatía o conciencia más allá de si mismo.
Los padres de estos niños tienen una meta nada fácil en cuanto a educar, ya que viven bajo una constante presión, angustia y miedo las constantes reacciones desmesuradas de sus hijos. Tampoco les resulta nada fácil establecer el equilibrio entre la necesidad de contención de estos niños y transmitirles afecto y cariño.
La familia necesita contar en estos casos tan graves con herramientas y recursos amplios. Y si de verdad queremos empezar la casa por los cimientos, debemos detenernos en entender las propias emociones, las que estos niños, con sus comportamientos tan terribles generan en los propios padres.
Lo que sí parece claro desde el punto de vista del apoyo psicológico a las familias es que cuanto mejor se identifiquen, reconozcan en uno mismo como padre, madre o unidad familiar las emociones vividas, se elaboren y afronten de manera adecuada, más fácil será no caer en hábitos y prácticas poco aconsejables, originadas como decimos en sentimientos tóxicos y engorrosos que dificultan mucho avanzar, querer y educar estos niños tan difíciles.
La culpa, el desánimo, la indefensión o el miedo, vividos en su estado más crítico, pueden hacer que los padres y madres establezcan muchas veces patrones educativos bien de corte permisivo-evitativo por perder la perspectiva global de la situación, con lo que la problemática, lejos de solucionarse, se agudiza y cronifica en el tiempo. También ocurre la polarización en el hogar en la búsqueda de soluciones, pasar de la A a la Z en un minuto, lo que puede desorientar más al niño, además de generar conflictos serios en la pareja, otro aspecto que también repercute notablemente en la educación y crianza de estos niños.
Por tanto, los “cuidados del cuidador” llegan a ser en estos casos un punto imprescindible. La salud psíquica de los padres para afrontar situaciones diarias de vejación y maltrato requiere autocuidados conscientes y en la mayor parte de los casos, apoyo profesional. Os animamos mucho a que lo hagáis, por favor.
Algunas pautas para afrontar al “pequeño tirano”
Contar con estrategias básicas en el afrontamiento del “niño rey” hará que os sintáis más seguros y no perdáis el norte, lo que repercutirá notablemente en interpretar y afrontar las situaciones de manera menos tóxica y dañina. No queremos perder la ocasión para recordaros algunos puntos clave:
-Establecer un buen apego.
-Tener claro que la autoridad no está en manos de los hijos.
-Establecer unos pocos límites, criterios que son incuestionables, y no abundar en su debate.
-Recordar que hay derechos y deberes.
-Establecer cierta austeridad ante juguetes, tecnología y moda con niños tan “exigentes”.
-No normalizar la violencia o tintes diversos de maltrato. Ser consciente de que ocurre. Actuar, pedir ayuda profesional.
-Proporcionar consecuencias morales a los niños.
-Exponer a experiencias altruistas.
-Fomentar la conciencia ampliada y la empatía.
Estos 3 últimos puntos están relacionados con la conciencia, la empatía y el razonamiento moral, y se pueden favorecer desde casa exponiendo a los niños a situaciones que conllevan estos elementos. El Psicólogo Javier Urra recomienda en estos casos llevar a los hijos a un hospital a ver a unos niños muy malitos, con enfermedades terminales o procesos oncológicos, para que puedan apreciar el “tú” en su dimensión más extrema, y sintonicen con un dolor real más allá de su “yo, yo y yo” egocentrista de estos niños y niñas.
Otras formas de transmitir moral a los niños es ir a ver a los abuelos enfermos aunque no apetezca, visitar algún familiar o amigo pachucho, todo con el fin de empatizar y expandir una conciencia moral limitada. Y esto también es educar, no solo limitarnos a informar, sino exponer vivencialmente a estos niños a contenidos morales significativos como son la empatía y la reciprocidad.
Estimadas familias; Muchísimo ánimo y “autocuidados”, junto con dosis de paciencia, persistencia, razón y corazón.
Sergio Algar | Psicólogo en el Centro Psicológico Loreto Charques